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Nathan Pinzón, de "malo conocido" a "bueno desconocido"


Un actor de carácter mayúsculo, Nathán Pinzón fue uno de los secundarios principales de medio siglo del cine nacional en diversos géneros, del terror a la comedia.


Los que recorran las entrevistas de Andy y Bárbara Muschietti, los argentinos que filman tanques de Hollywood, menores de cuarenta años, se sorprenderán con una influencia hoy olvidada de los realizadores, Nathán Pinzón.


Ellos señalan a “Viaje a lo inesperado” de fines de los setenta, ciclo de clásicos de terror presentados por el actor, guionista y crítico en Canal 13, con reverencia y temor, recordando que aún les asustaba el susurro infernal de Nathán, “que al despedirse nos sugería chequear, antes de dormirnos, que no hubiera nadie debajo de la cama”, señalaban los responsables de la ya clásico del género “Mamá” (2013) Para los que peinan canas Pinzón es la mala cara de una parva de películas y series televisivas de Sábados de Súper Acción, el malo más feo y querible, que hacía sus correrías con Emilio Disi y Carlitos Balá en “Los matamonstruos en la mansión del terror” (1987).


Nuestros abuelos entraron en tamaña paranoia con la magistral interpretación de Pinzón de un asesino de niños en “El vampiro negro” (1953), tanto que cerraban las ventanas, trababan postigos, y no permitían a sus hijas ni acercarse al almacén. Un lugar privilegiado en la memoria popular tiene este niño nacido regordete, un ojo desviado y la nariz torcida, que seguía intimidando a sus vecinos de Florida, villano de mil y una fechorías iluminadoras de salas oscuras. El niño que nunca dejó de ser, el gran actor Nathán Pinzón, entre sonrisas del más allá, reservaba turnos con la muerte. 


  

Ese niño feucho era fruto de la casualidad y de una historia de película, repetía el mayor Nathán Pinzón. El padre había escapado milagrosamente con un balazo de la represión zarista de 1905, en las mismas escaleras inmortalizadas en “El Acorazado Potemkin”, y fugado a Chile. Pero conoce a una muchacha entrerriana, de una colonia judía por fotos, y decide cruzar a pie la cordillera, casándose a los pocos meses. Al tercero de los hijos del matrimonio, nacido el 27 de febrero de 1917, lo anotan en el Registro Civil con el nombre de Natalio Garfinkel.


Comparte, aprende, de la bohemia porteña, amigo de Alfonsina Storni y los artistas del Café Tortoni. Más conocido como Nathán Pinzón empieza tempranamente en el cine en el “Santos Vega” (1936) de Luis Moglia Barth, director a quien acompañaría también en la gauchesca de “Juan Moreira” (1948). Para esos años había filmado con los importantes directores Manuel Romero y Daniel Tinayre, y alternaba el trabajo de crítico cinematográfico en “Bar Gente de Cine”, que conducía por Radio Prieto el crítico Roland. Ellos en 1942 dieron origen a uno de los primeros cineclubs del país, el "Cine Club Gente de Cine".


Inmerso en la industria cinematográfica, en 1948 firmaba el guión de “Mis cinco hijos” con dirección de Orestes Caviglia y una memorable actuación de la Orquesta de Osvaldo Pugliese. Seguiría siendo guionista en cine y un medio que debutaba el 17 de octubre de 1951, la televisión: Pinzón es uno de los primeros libretistas y actores en el programa “El telebar de las celebridades” de noviembre del 51, conducido por José Cibrián. Sin embargo debería esperar a 1980 con las terroríficas presentaciones de los films en “Viaje a lo inesperado” para conquistar la pantalla chica, en un estilo que inspiraría a los escritores Alan Pauls y Alberto Laiseca cuando los tocó dar pie con humor negro a ciclos del cable.

  

A principios de los cincuenta era una cara, mala, famosa del cine nacional por el reconocimiento público a su 619, uno de los roles centrales en “Apenas un delicuente” de Hugo Fregonese (1949), aquel punto de inflexión en el lenguaje cinematográfico local. “Por primera vez llega a la pantalla argentina la más moderna de las técnicas del cine –la semidocumental”, decía la publicidad de la cinta de Fregonese, realizador entrenado en la Metro-Goldwyn-Mayer, pero con un ojo en el neorrealismo italiano.  Con respecto a uno de los momentos cúlmines de este policial negro de fina factura técnica, Pinzón recordaba para el diario Crónica en 1985, “la fuga se recreó en el mismo lugar en que se había llevado a cabo en los sucesos reales.



Se filmó en el túnel que habían construido los evadidos y también en la propia carbonería desde donde finalmente escaparon”, haciendo caso al escape de la Penitenciaría Nacional en 1923, actual Plaza Las Heras, retratada también en “La fuga” (2001, Eduardo Mignogna); una de las referencias de Fregonese además de un sonado desfalco de un empleado bancario también en los veinte. “La bestia debe morir” (1952) inaugura la colaboración de Pinzón con Román Viñoly Barreto, harían tres películas juntos, y “Nathan Pinzón -se convierte allí- entre los malos más malvados del cine argentino”, acotan Alejandra Portela y Raúl Manrupe en “Un diccionario de films argentinos (1930-1995)”. Para siempre, nuestro reportero del infierno.

  

La siguiente colaboración de Pinzón y Viñoly Barreto daría el actor el papel de su vida y un sillón privilegiado a la par de los mayores interprétes nacionales; si bien resultó de las contadas ocasiones que Nathán fue la estrella. “Terminó siendo recordado -erróneamente- como el Boris Karloff criollo. En realidad sería más exacto llamarlo el Peter Lorre argentino, ya que uno de sus contados films como protagonista fue “El Vampiro Negro” (1953), el sólido remake  de “M” (1931) de Fritz Lang dirigido por Román Viñoly Barreto -padre del arquitecto uruguayo Rafael, que diseñó entre otras edificios en el mundo, la Televisión Pública-, repitiendo con convicción el rol de degenerado asesino de niños perseguido simultáneamente por la ley y el hampa. 


A pesar de lo que parece sugerir el título, no tenía elementos fantásticos, y del mismo modo que el film de Lang podría definirse como un psycothriller con mensaje, pero el recuerdo de esta película bastó para marcar a Pinzón como intérprete especializado en terror”, recalcaba Diego Curubeto en “Cine Bizarro” de una carrera que alcanzaría la increíble cifra de 140 películas, con un resurgimiento en los ochentas con los directores Carlos Sorín, Pino Solanas y Alejandro Agresti. También fue llamado por su veta de rufián caricaturesco y Pinzón fue contrafigura de Martín Karadagián y sus Titanes en el Ring, en “El hombre invisible ataca” (1967) y los Súperagentes, la sátira criolla a James Bond, en “Los Súperagentes y el tesoro maldito” (1978).  Y el actor participó en varias películas proyección internacional, “Sette uomini e un cervello o El gran robo” (1968) del italiano Rossano Brazzi y “Two to Tango o Matar es morir un poco” (1988) de Héctor Olivera, siendo la última en “Eversmile, New Jersey” (1989) de Carlos Sorín, junto a Daniel Day-Lewis, aunque en el montaje final se eliminó su labor.

  

Renglón aparte merecen sus trabajos en “Marihuana” (1950) de León Klimovsky, una de las primeras en el mundo sobre el tema desde un costado moralista, aprobada por el ministro de Perón, Ramón Carrillo, en persona, y la injustamente olvidada “La herencia” (1960) de Ricardo Alventosa, que muestra una candente realidad social y política de telón de fondo a un cuento de Guy de Maupassant“. ”La herencia” es una de las poquísimas comedias argentinas cuyo estilo no tiene que ver con ninguna de las influencias tradicionales, ya sea el sainete, el grotesco o la comedia sofisticada.


Ciertos momentos del film parecen inspirados en los mecanismos visuales del cine cómico mudo pero lo cierto es que ningún rótulo lo define totalmente y eso es siempre un síntoma saludable”, remarcaba Fernando Martín Peña en un texto para el CineClub Núcleo. Pinzón, casi el coprotagonista con un Juan Verdaguer a lo Buster Keaton, no hace del villano de siempre, y entrega otra actuación descollante. Agresti, que lo dirigiría en la poco vista “La boda secreta” (1989), haciendo el actor de un oscuro cura de pueblo, menciona a “La herencia” de los diez mejores películas del cine argentino, una cinta censurada en el gobierno de Frondizi, era mucho la realidad de una ciudad militarizada, estrenada sin pena ni gloria con la presidencia de Illia, y recién vista en versión completa en 2004 por Canal 7.


Los noventa asoman prometedores para Nathán. Un continente lo conoce por el “viejo libidinoso” de la novela “María de Nadie”, con Grecia Colmenares, y los programas que graba en Puerto Rico para América Central y Norte. Participa en la utópica cinta de Pino Solanas, “El viaje” (1992) y Pipo Cipolatti lo convoca para “Boro Boro”, un fallido intento experimental en la familiar pantalla de telefe. Pinzón además colaboraba en 1993 con libretos de la televisión centroamericana al momento de que llaman a participar del programa de entretenimiento “Ta Te Show”. La última aparición televisiva, nunca emitida, porque fallece sorpresivamente el 15 de agosto, la cara del mal de 24 cuadros por segundo que espantó y alegró generaciones con maestría. “Sólo tu conocés el mal que provoca mi culpa”, Nathán.

  

Dice Nathán Pinzón:                                                                                       

  

“El Vampiro Negro fue mi mayor éxito y mi mayor desgracia. Hace años que quiero demostrar que soy un actor y no un vampiro. Cada vez que me llaman para hacer una película o un ciclo de televisión, siempre pregunto: ´¿a quién tengo que matar?´…Como mi físico no me permitía que me amaran, elegí la otra vertiente, que mis personajes fueran odiados con toda intensidad" al diario Crónica, junio 1985.

  

Dicen de Nathán Pinzón:

  

“Fuera de los escenarios, Pinzón era bonachón, coleccionista de soldaditos de plomo, amante esposo de la actriz Alicia del Río, hincha de River, incapaz de hacerle daño a nadie. Uno de sus últimos trabajos en televisión fue el de Nathanás, en el "Boro Boro" de Pipo Cipolatti. Al advertir que la generación del rock lo trataba con respeto y afecto, el actor arriesgaba una teoría: "Creo que les resulto mágico". Muchos jóvenes no habían visto sus películas de monstruos y criminales. "La verdad es que me odiaron mucho, pero no me puedo quejar", decía poco antes de morir. Era un lindo tipo el hombre más feo del cine argentino” por Humberto Acciarressi en el diario La Razón en 2015.



Fuente: SOY ARGENTINO



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