Mujeres occidentales, altas, rubias, esbeltas y de piel blanca, suave y tersa. La búsqueda de la mujer perfecta. Esa era la obsesión que atormentaba a Issei Sagawa desde su adolescencia. Un asesino y Hannibal Lecter japonés que tras matar, descuartizar y comerse a una estudiante de veinticinco años quedó en libertad. Este despropósito comenzó con unos informes psiquiátricos que justificaban el homicidio perpetrado por el caníbal, y que culminó con la irrisoria condena que le impuso un juez en París. Tan solo dos años de cárcel.
A partir de entonces, el mismo magistrado ordenó su extradición a Japón. Allí fue donde Sagawa comenzó a despuntar gracias a la televisión. Entrevistas, reportajes y spots de publicidad donde se bromeaba sobre su antropofagia, le sirvieron para hacerse popular. El ‘padrino del canibalismo’ ya se había convertido en toda una estrella mediática.
De aspecto raquítico, débil, “pequeño, feo, con manos pequeñas y pies diminutos”. Así recordaba Sagawa su aspecto físico cuando tan solo era un niño. Procedente de una familia acaudalada y con importantes empresas, Issei nació el 11 de junio de 1949 en Japón. Era una época difícil. La Segunda Guerra Mundial había azotado de hambre a la población nipona, y aunque sus padres poseían cierta posición social, también pasaron penurias para lograr sobrevivir.
De hecho, una de las pesadillas que más le atormentaba con cinco años era verse dentro de una gran cazuela con agua hirviendo. En el sueño, el pequeño intentaba escapar. Pero, le era imposible. El agua le iba cociendo lentamente sin posibilidad de salvarse.
Germen caníbal
Pasados aquellos años y a finales de los setenta, Sagawa se centró en estudiar y en forjarse un futuro en Tokio. La empresa familiar se había recuperado económicamente y le permitía tener una vida muy cómoda. Decidió estudiar la carrera de Literatura Inglesa en la Universidad de Wako y empezó a interesarse por el mundo del arte. No fue su único interés.
Al joven de personalidad obsesiva le cautivaban los libros protagonizados por personajes caníbales. Como por ejemplo, los aztecas. Según el culto imperial, los vencedores se comían el corazón de sus enemigos para apropiarse de su fuerza y valor. Aquellas historias lograron fascinar a Sagawa hasta el punto de tener sus primeras fantasías sexuales.
Una de las primeras veces que Issei fue consciente de su deseo, ocurrió de la siguiente manera: “Cuando me encontré a esta mujer en la calle, me pregunté si podría comerla”. Se refería a una profesora alemana con la que se relacionaba en la Universidad de Wako.
A partir de ahí, sus siniestras fantasías pasaron a la acción gracias al servicio de diversas prostitutas. “Le metía la hoja de un cuchillo en la garganta y fingía que iba a matarla. Después, dejaba que ella hiciera lo mismo conmigo. Pero aquella mujer no me interesaba. Simplemente jugaba con ella a un macabro juego. Fue un primer paso hacia lo inevitable”, explicó durante el juicio.
Tras dejar Tokio para continuar sus estudios de Literatura Comparada en la Sorbona de París, su familia se volcó en financiar aquello que se proponía. Al fin y al cabo, su primogénito heredaría y dirigiría la empresa familiar a su vuelta a Japón. Sin embargo, Sagawa tenía otros planes.
Su aspecto físico -150 cm de estatura y 40 kilos de peso- no hacía presagiar que tras esa imagen de hombre menudo, inteligente, reservado y corriente, se escondía un asesino caníbal en potencia. Ni siquiera Renée Hartevelt se había percatado de la obsesión de Issei.
Tentación de matar
La estudiante holandesa de veinticinco años destacaba por hablar perfectamente tres idiomas. Pero Sagawa no se había fijado en ello por eso, sino por su belleza. Era el prototipo de mujer que siempre había soñado y la única forma de pasar tiempo a solas era contratándola como profesora particular de alemán. El dinero nunca fue un problema para este joven de familia millonaria.
El nipón y la neerlandesa congeniaron enseguida. Tenían muchas cosas en común: el arte, la literatura, la poesía. De hecho, Issei intentó conquistarla. La invitaba a conciertos, exposiciones, conferencias, le escribía cartas de amor… Pero Renée no le correspondía. La estudiante le veía tan solo como un amigo que, desde la inocencia, la admiraba.
“Los hechos sucedieron poco a poco, por grados. Una de las primeras veces que Renée vino al apartamento, yo me hice con un revólver y traté de golpearla por la espalda. Ella no se daba cuenta de nada. Estaba ya a unos milímetros de su cuerpo, presto a descargarle un culatazo mortal, cuando de repente se dio la vuelta y me sonrió. No tuve el coraje de seguir hacia adelante con mi propósito”, relató el homicida.
El día de autos no tardó en llegar. La tarde del 11 de junio de 1981, Renée subió a casa de Issei para ayudarle con unas traducciones: “Primero intenté besarla, como ya había hecho otras veces. Renée empezó a retroceder. Le hablé de mi adoración por ella y del amor que sentía en mí como un huracán, y ella siguió resistiéndose”. Aquella reacción no sería inconveniente alguno para ejecutar su plan.
Entonces, Issei simuló buscar una botella de vino en la cocina para destensar la situación y continuar con otras traducciones, pero apareció con un rifle calibre 22. Tenía escondido uno en el armario. “Saqué mi carabina del armario para asustarla. Por causalidad mi arma se disparó y ella cayó fulminada”, aseguró. Pero en realidad, Sagawa había disparado certeramente al cuello de Renée. La joven se desplomó por el impacto convirtiendose en objeto de fascinación para su asesino.
“La tentación fue para mí demasiado fuerte. No supe resistir”, declaró. “La desnudé y abusé de su cuerpo. Después comencé a cortarla a trozos. En aquel momento pensaba que esa era la mejor manera de esconder su cadáver y de sacarlo de mi casa. Mientras cortaba aquel cuerpo con un cuchillo eléctrico, yo no era Issei, era un médico. No era un médico, era un diablo. Era Mefistófeles en persona. Cortaba y fotografiaba”, continuó.
“Como un autómata, empecé a probar con los labios algunos pequeños trozos que ya había separado del resto. Este impulso era más fuerte que yo. Una vez terminé el descuartizamiento, cogí unas partes y las metí en el frigorífico, y otras las llevé a la cocina y me las freí, aderezándolas con sal y pimienta. Descubrí que tenía un sabor agradable, dulce y delicado, un sabor similar al del atún”, relató.
Para este asesino “la carne se deshacía en mi boca, como el sushi. Nunca pude pensar que esto fuera tan exquisito”.
El asesinato y posterior profanación del cuerpo de Renée tenía una insólita justificación. “Mi gesto fue un acto de amor”, llegó a declarar ante el tribunal. “De aquella manera conseguí tener a Renée dentro de mí para siempre”.
Tras varios días alimentándose del cadáver de su amiga, Sagawa decidió deshacerse del cuerpo. Para ello utilizó dos maletas grandes, llamó a un taxi y le indicó una zona en los suburbios de París. El lugar elegido: el Bosque de Bolonia. Al fin y al cabo, se trataba de un bosque frondoso, con un amplio lago, y donde los ciudadanos podían pasar desapercibidos en plena noche. Allí arrojó el tétrico equipaje.
La detención
Sin embargo, unos transeúntes encontraron las maletas debido a la poca profundidad de las aguas. Cuando llamaron a la policía alertaron que en las valijas sobresalía una mano y un pie. La identificación fue complicadísima y la noticia llegó a los medios de comunicación. Gracias a esto, el taxista que llevó Issei aquella noche acudió a comisaría para contar lo extraño de la situación. Gracias a su testimonio y a la descripción del sospechoso, el asesino fue detenido y puesto a disposición judicial.
Una vez delante del juez, Sagawa confesó con perturbadora tranquilidad el crimen. No solo no dio muestras de arrepentimiento si no que aseguró haber disfrutado alimentándose de Renée. Incluso, instó a que mirasen en su nevera. “Desde hacía tiempo tenía ganas de comérmela. Muy frecuentemente he tenido ganas de comer carne humana, y esto desde hace ya mucho tiempo. En varias ocasiones, cuando hacía el amor, me daban ganas de comerme a la mujer que estaba conmigo”, describió ante el juez.
“Me atormentaba desde hacía tiempo la idea de hincar los dientes en la suave carne blanca y perfumada de mi amiga. Y me preguntaba: ¿por qué está prohibido comer carne humana? Esta era una obsesión que me atenazaba desde hacía muchos años”, puntualizó.
Condena injusta
Ante un asesino de estas características, la deriva judicial debería haber ido hacia la máxima condena de cárcel. Pero para sorpresa de los ciudadanos, no fue así. Durante la vista, los psiquiatras que analizaron el comportamiento del acusado justificaron sus actos así: “Su caso podría parecer también como una especie de suicidio del hombre que se encuentra demasiado solo y desorientado, dividido entre dos civilizaciones. Issei parecía estar en ruptura de armonía. Nadie le había conocido aventuras sentimentales. Las prostitutas eran, aparentemente, su único equilibrio sexual. Issei era un hombre solo, sexualmente frustrado. Y la frustración sexual engendra a veces el crimen”.
Pese a las pruebas y la confesión, los informes psicológicos ayudaron a reducir la condena de Sagawa. Finalmente, el juez le sentenció a dos años y fue trasladado a la prisión de La Santé. Expertos de la época apuntan al multimillonario contrato entre la empresa Kurita Water –propiedad de la familia del asesino- y la francesa Elf Aquitaine como el motivo de una sentencia tan reducida.
Tras un análisis psicológico fue declarado demente e idiota y juzgado como tal, por lo que fue recluido en el hospital psiquiátrico Paul Guiraud de París. «Desde hacía tiempo tenía ganas de comérmela», llegó a decir al magistrado que lo juzgó. Pasados unos meses, Issei contrajo una enfermedad, que no era más que una inflamación intestinal y que fue diagnosticada erróneamente por los médicos como una encefalitis avanzada. El veredicto del equipo médico le vaticinó unas pocas semanas de vida. El padre de Issei, hombre poderoso y con muchas influencias, consiguió que el caníbal moribundo fuera trasladado a Tokio, donde fue recluido en una institución psiquiátrica de la cual salió en poco tiempo pues el psiquiátrico era solo una excusa para poder hacer que Issei pudiera escapar de las leyes francesas y cárceles francesas. El gobierno francés no se opuso al traslado pues le quedaban pocas semanas de vida.
Quince meses después, los expertos le evaluaron y llegaron a la conclusión que no tenía ningún problema mental. Le pusieron en libertad de forma inminente pese al revuelo social.
Ya libre, comenzó su ascenso mediático. Primero, gracias al libro Cartas a Sagawa del dramaturgo nipón Okawa que vendió más de 300.000 ejemplares. Después, con la publicación de sus memorias, a las que el propio caníbal tituló En la niebla. El morbo de la población asiática por conocer los detalles del asesinato se tradujeron en más de 200.000 ejemplares vendidos.
El caníbal ‘Vip’
A partir de ahí, Issei se convirtió en toda una celebridad. Sus entrevistas y reportajes explotando el crimen y su obsesión por el canibalismo, le aportaron importantes ingresos económicos. Todas las televisiones querían tener en sus programas al bautizado como el “padrino del canibalismo”. Incluso, conocidas empresas le contrataron para realizar spots mientras aparecía comiendo. La sociedad japonesa le veía como un mero divertimento y aunque resule espeluznante sólo considerar semejante hecho o la postura frente a semejante depravado en el completo sentido de la palabra, consideraban gracioso tener a un caníbal en televisión.
De hecho, la famosa banda de rock británico The Rolling Stones le dedica una canción a la cual bautizó en el lenguaje de la “rubia Albión” como “Too Much Blood”, que quiere decir “Demasiada sangre”.
La letra del tema de Mick Jagger y Keith Richard puede traducirse más o menos de esta manera, de forma textual:
Un amigo mío era el japonés. Él tenía una novia en París. Durante seis meses él intentó salir con ella y de pronto ella aceptó. La llevó a su apartamento, le cortó la cabeza. Puso el resto de su cuerpo en el refrigerador, se la comió a pedazos. La puso en el refrigerador, la puso en el congelador. Y cuando se la comió, tomó sus huesos y los dejó en la Bois du Boulogne, pero un taxista, por casualidad, lo descubrió enterrando los huesos. ¿No me creen? La verdad es más extraña que la ficción. Al parecer siempre nos dirigimos hacia ella [a lo extraño de la realidad].
Perfil psicológico
Jûrô Kara, escritor japonés, mantuvo correspondencia con Sagawa cuando estaba en la cárcel en París y publicó, en 1983, La carta de Sagawa, obra que fue galardonada con el Premio Akutagawa, la más alta distinción literaria japonesa. En una carta que Kara envió a Sagawa se puede leer: "sé lo que es ser mirado por encima del hombro por ciertas mujeres extranjeras.
Pero la única que puede conmoverle es la mujer blanca, hasta el punto de que para sus ojos sólo existe ella" (Kara, 1983, p. 27), reflexiona sobre un aspecto que para muchos no deja de llamar la atención: "En realidad se trata de la `fantasía del blanco' para los japoneses. De la búsqueda de la raíz de la atracción por la mujer extranjera, por la piel blanca, a través de las generaciones anteriores, desde los tiempos de Shirô Amakusa hasta la época en que Perry desembarcó en el Japón", más o menos desde 1637 hasta 1853. Es cierto que cada cultura tiene sus fantasías.
Muerte
Este asesino, caníbal, escritor, pintor y figura mediática, conocido por asesinar y devorar parcialmente a una joven holandesa mientras estudiaba en París en 1981, murió a los 73 años debido a una neumonía, según informó su hermano.
Podría decirse que Sagawa dejó de existir en paz el 24 de noviembre de 2022 en un hospital de Tokio, según la información publicada por la agencia de noticias Kyodo.
Apodado en ciertas esferas como el “vampiro de Japón”, Sagawa quedaría en la historia por cometer el crimen caníbal mientras estudiaba Literatura Comparada en la Universidad de la Sorbona de París.
Sagawa, hijo de una familia japonesa influyente, no fue procesado por el crimen después de que una evaluación psicológica lo declarara demente.
Fue internado en un hospital psiquiátrico de París hasta que unos meses más tarde fue repatriado a Japón, donde se convirtió en escritor y una figura de relevancia mediática.
Entre sus trabajos se incluye “Kiri no naka” (Entre la niebla, 1984), unas memorias en las que detalla el macabro crimen y que también sería trasladado al cómic.
Otro escritor, Juro Kara, ganó en 1982 el prestigioso premio literario nacional Akutagawa por “Sagawa-kun kara no tegami” (“Cartas de Sagawa”), basado en el suceso.
En 2019, las reminiscencias del caso volvieron a la primera línea informativa por el estreno en Japón del documental “Caniba”, que compitió en la segunda sección de la Mostra” de Venecia en 2017. La cinta, que arranca subrayando que “no pretende justificar el delito”, es una sucesión de confesiones y primeros planos del criminal, postrado en su apartamento en un evidente estado de turbación mental y asistido por su hermano, Jun, con quien dialoga.
Fuente: LA VANGUARDIA
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