Una serie de culto que en su momento, a pesar de ser innovadora, contar con alto presupuesto, no pudo superar la competencia despiadada de las de otros canales.
La posibilidad de viajar por el tiempo siempre fue un concepto muy atractivo y redituable para las distintas formas del arte. La máquina de H.G. Wells, el Delorean de Volver al futuro (que originalmente iba a ser una heladera, idea que se desechó por obvias razones); incluso Jurassic Park, que sin ser técnicamente “un viaje”, de todos modos permitía interactuar con un entorno pasado. Quien primero y mejor abrazó el concepto fue la literatura. El ya mencionado Wells, Mark Twain, Isaac Asimov, Héctor G. Oesterheld, Daphne Du Maurier, Charles Dickens, Philip K. Dick y otras grandes plumas del fantástico y la ciencia ficción (o no) tuvieron algo que imaginar al respecto.
También el cine, con sus particularidades, se ocupó del asunto con ejemplos tan singulares como Qué bello es vivir (What A Wonderful Life, 1946), Un cuento de Navidad (A Christmas Carol, 1951), La máquina del tiempo (The Time Machine, 1960) o El planeta de los simios (The Planet of the Apes, 1968), por nombrar algunas de las primeras. Y en televisión, Doctor Who “literalmente” viajó en el tiempo a juzgar por todos los años que se mantuvo en pantalla. Más o menos por la misma época, década del 60, El túnel del tiempo le aportó al tema una impronta dramática y aventurera, y aunque con el paso de los años se convirtió en un clásico de su época, su llegada no impresionó a nadie. Al contrario, provocó más indiferencia y malestar que fervor.
Detrás del proyecto -que debutó en 1966 en Estados Unidos, y un año después en nuestro país- estaba el productor Irwin Allen, hombre intuitivo para detectar los intereses de la audiencia y un entusiasmo especial por la ciencia ficción y el fantástico. Algunos ejemplos que llevaron su nombre: El mundo perdido (1960) o Viaje al fondo del mar (1964), Perdidos en el espacio (1965) o Tierra de gigantes (1968). Uniendo ciencia y fantasía, a Allen no le costó mucho convencer a 20th Century Fox que había ahí una buena materia prima para un nuevo programa, pero diferente a los demás. Porque esta vez la motivación de los protagonistas no sería viajar a distintas épocas para resolver conflictos o cambiar el curso de la historia, sino que su único objetivo a lo largo de la primera (y única) temporada sería encontrar la manera de volver al presente. El show no se trataba de héroes, sino de víctimas.
La balada de Tony y Douglas
Buena parte de la serie tenía lugar
en un laboratorio secreto del
gobierno estadounidense.
Douglas “Doug” Phillips (Robert Colbert) y Tony Newman (James Darren) son dos científicos que forman parte de un proyecto ultrasecreto denominado “Tic Toc” (ninguna relación con la red social, sí con una referencia al sonido que hacen los relojes). Esta investigación, que no es otra cosa que la comprobación de que se puede viajar a través del tiempo, funciona desde hace diez años en un gigantesco laboratorio subterráneo ubicado bajo el desierto de Arizona, dominado por un túnel que le permitiría a quien ingrese trasladarse inmediatamente a otra época.
Pero Washington no ve que los resultados ameriten el presupuesto destinado, y envía a un mandatario para que averigüe si vale la pena continuar con la financiación. El dispositivo hasta el momento fue utilizado con “monos y ratas”, así que Tony decide probarlo por sí mismo, corre hacia el interior del túnel y desaparece.
“Podría estar en el ayer, en la semana entrante o miles de años en el futuro” dice preocupado su compañero, pero lo cierto es que Tony viajó directamente a la cubierta del Titanic. Por suerte los estrambóticos aparatos del laboratorio permiten que el túnel muestre en el presente lo que sucede en el pasado, por lo que Douglas decide entrar también para salvar a su amigo. Así, con un dramático punto de partida, el piloto de El túnel del tiempo sentó las bases de lo que pasaría en los siguientes 29 episodios: la pareja protagonista yendo y viniendo a distintos momentos históricos, buscando sin éxito la manera de volver al laboratorio.
Cada final de capítulo ofrecía algunas escenas de lo que sucedería la semana siguiente, recurso que luego fue tomado por otras series, como por ejemplo, Batman.
Aunque por su trama e imágenes se presentaba como una serie extremadamente cara (algo que en un primer momento puso un freno a la hora de darle luz verde), El túnel del tiempo se mantuvo a flote con un presupuesto bastante reducido. En lo que más se gastó fue en construir el laboratorio con el enorme túnel, dimensiones que no se podían trucar con efectos de cámara.
Para los viajes, las reconstrucciones de época y demás detalles históricos, Irwin Allen apeló al archivo audiovisual de la 20th Century Fox. Si se presta un poco de atención, todas las escenas grandilocuentes por las que se mueven los protagonistas, han sido parte de alguna película del estudio. Una idea fantástica para hacer mucho con muy poco, que funcionó lo suficientemente bien como para no quedar disonante.
El entierro prematuro
Dos cientificos perdidos en el tiempo, pero que viven en la nostalgia y el
cariño que supieron despertar en la
audiencia para siempre.
El túnel del tiempo tuvo muy buenas críticas, pero no generó demasiada adhesión de los espectadores. Los motivos de esta indiferencia no fueron ni la idea, ni los guiones ni la realización, sino que fue la competencia programada para los viernes por la noche: la serie tuvo que enfrentarse, nada menos que a Tarzán, El agente de CIPOL y Jim West, títulos emblemáticos a los que no pudo torcerle el brazo. Ni Pearl Harbor, ni la erupción del volcán Krakatoa, ni el cometa Halley, ni la inolvidable banda de sonido compuesta por John Williams, ni la presencia de Lee Meriwether (la Gatúbela del film de Adam West) alcanzaron; tampoco aquel momento inolvidable en el que los científicos volvían al presente, pero se veían obligado a retornar su destino errante entre épocas.
A pesar de las promesas de una segunda oportunidad, y de haberse llevado el Emmy por efectos especiales en 1967, la serie fue cancelada luego de 30 capítulos. Tony y Douglas no pudieron volver jamás al presente, quedando atrapados en un loop infinito que los dejaría una y otra vez librados a su suerte en los mismos escenarios.
Fue el primer gran fracaso de Irwin Allen, y el proyecto que menos tiempo le duró al aire. El sabor amargo lo llevó a repetir la fórmula en las décadas siguientes. En 1976 el productor y guionista escribió la película para televisión Time Travelers (basada en una historia de Rod Serling, la mente maestra detrás de La dimensión desconocida), sobre dos científicos que viajaban al siglo XIX para evitar una epidemia.
En 2006 se intentó una remake de El túnel del tiempo, con nueva estética, nuevos actores y mismos personajes. Sin embargo, los resultados no gustaron y el intento de recuperar la gloria del pasado se frustró antes de empezar. Quedó como testimonio el episodio piloto, que tiene más presupuesto pero casi nada de la épica del original.
El túnel del tiempo no quedó en la historia de la pantalla chica, pero sí en la memoria de una generación que, sin entender muy bien qué le estaban contando y por qué, se dejó seducir con una fantasía envuelta en un halo de ciencia. Desde Volver al futuro 3 hasta Los Twist, en los últimos 50 años proliferaron los homenajes, demostrando que la serie llegó mucho más lejos que lo que se pensó en un primer momento.
Por muy poco tiempo, la imaginación infantil volvió a soñar con viajar al pasado o al futuro, y esa sensación es la que la convirtió en una serie de culto, y todavía queda en el recuerdo de aquellos que la vieron.
Nota del Editor: Teníamos interés en postear los 30 capítulos de la serie, pero ante la persecución de quienes pretenden hacer cumplir los derechos de autor con material filmico fuera de mercado y catálogo, no tenemos más remedio que recomendar encontrar los distintos capítulos en portales como Youtube, Dailymotion o el canal ruso, ok.ru
Fuente: Diario LA NACIÓN (ARGENTINA)
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