Ray es un deportista profesional que se retira a causa de una enfermedad. Compra una casa con la esperanza de usar la piscina para rehabilitarse y que sus hijos disfruten en ella. Pero como dicta el protocolo, en esa masa acuosa habita una entidad que irá mostrando sus cartas: puede ser salvadora o asesina por partes iguales.
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Las grandes ideas no siempre son largometrajes
Aguas Siniestras (Swim Night) nació en 2014 como cortometraje. Su director, Bryce McGuire, comenzó su carrera realizando historias en porciones pequeñas que lo llevaron en 2018 a realizar su primer largometraje: Unfollowed. Para su segunda prueba en el metraje extenso, decidió volver a sacarle la lona a la idea que había nacido como corto tantos años atrás y reflotarla como largo.
Ayudado por dos eminencias del género de terror, Jason Blum (el responsable de Blumhouse) y James Wan (el padre moderno del horror, responsable de El Juego del Miedo, Insidious y El Conjuro), McGuire decidió estirar la idea hacia unos casi cien minutos que parecen demasiado.
No se critica el conocimiento audiovisual del “casi” novel director, Aguas Siniestras es correcta en su estética y puesta en escena. Los planos se sienten pensados, la fotografía (salvo algunos momentos de máxima subexposición) es correcta y el mundo que habita la piscina tiene su propia presencia. El problema es puramente estructural y narrativo: uno puede llegar a grandes y disruptivas ideas, pero algunas se manejan como un chiste (situación y remate), siendo grandes cortometrajes, mientras que otras pueden desarrollarse dentro de la lógica de tres actos y más de noventa minutos. No parece ser este el caso.
¿Terror o fantasía oscura?
El siguiente problema con Aguas Siniestras es su indecisión genérica, aunque se vende como una película de terror, el tráiler tiene esa estructura y lleva sobre sus hombros a dos pesos pesados de la industria, la película podría tranquilamente inmiscuirse en el subgénero de fantasía más oscura. Abreva en ciertos tropos más cercanos al J-Horror (la moda de las adaptaciones del terror japonés de principios de siglo), pero luego de algunos momentos terroríficos se dedica a explicaciones mágicas.
Se agradece la escasa utilización de jump scares (recursos de sorpresa con ruido fuerte para asustar) y se palpa que la búsqueda va más en línea con ver las repercusiones de una familia dolida. No obstante, la película nunca toma una decisión clara hacia algún punto. Al ser genérica y prefabricada, se siente atada a lugares comunes que la hacen volver siempre a la intrascendencia.
Lo dicho, Aguas Siniestras realza elementos que parecen más de fantasía oscura: la explicación de “las entidades” que viven en la zona de la piscina no tiene tantos elementos terroríficos sino mágicos. Y (evitando spoilers) al sumergirse en el mundo que habita debajo, tenemos elementos que la podrían conectar con Laberinto (Labyrinth, 1986) o, incluso, el pantano fantasmagórico por el que atravesaron los miembros de la comunidad del anillo en El Señor de los Anillos.
Y también está el elemento “Cocoon”, Ray Waller (Wyatt Russell) sufre de esclerosis múltiple y habiendo sido un eminente jugador de baseball sufre al sentir como su cuerpo comienza a fallar. La piscina, ese lugar que para toda su familia es oscuro y los repele, para él comienza a ser un espacio de curación. A pesar que se podría haber usado esa tensión para potenciar el drama familiar (y teniendo en cuenta que Russell tiene una veta oscura), pero se disipa y nunca se convierte en el foco narrativo.
Las posibilidades genéricas
Si hubiese que encolumnar a este largometraje dentro de alguna categoría del terror, podría ser el subgénero de objetos malditos asesinos. The Refrigerator (1991) sobre una heladera asesina; Rubber (2010), sobre un neumático asesino; Killer Sofa (2019), sobre un sillón asesino; Slaxx (2020) sobre un pantalón de jean asesino o Death Bed (1977), sobre una cama asesina -y la que más se asemeja a esta idea- son algunas muestras de este subgénero.
Ahora bien todas, por su propia especificidad, se convierten en paródicas. Utilizan el humor y el conocimiento de los lugares comunes del terror para contar su historia, aunque algunas buscan ir por situaciones más “serias”, eso termina cayendo por el peso específico de lo delirante del disparador. Aguas Siniestras nunca se toma en chiste, y en esa seriedad es que agota al no tener sorpresas.
Tanto Rusell como su familia (entre las que aparece Kerry Condon de Better Call Saul) distinguen a la cinta con buenas actuaciones, que escapan de los convencionalismos del grito para ir a algo más “real”. Pero, nuevamente, tener de villano a una piscina que se alimenta de un manantial antiguo y parece tener vida propia no permite tomarse la cosa demasiado en serio.
Aguas Siniestras se siente larga y fallida. Aunque surge de una idea innovadora y disruptiva, no tiene forma de perpetuarse narrativamente en un formato de -por lo menos- una hora y media. Y al no tomar el camino de lo paródico tampoco se hace divertida. Un experimento con buena realización audiovisual que nunca llega a funcionar.
Fuente: TOMATAZOS
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